Según los resultados del primer Índice de Bienestar Urbano (IBU), La Boca, Barracas, Parque Patricios, Nueva Pompeya, Flores y Parque Chacabuco son los barrios porteños peor calificados.
El primer Índice de Bienestar Urbano (IBU) realizado por el think tank Instituto Ciudad, Políticas Públicas para Buenos Aires, luego de evaluar las condiciones materiales y ambientales de vida y el acceso a bienes y servicios en cada una de las 15 comunas porteñas, ubicó a la Comuna 13 –formada por los barrio de Belgrano, Núñez y Colegiales- en el primer puesto. Mientras que las comunas 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya) y 7 (Flores y Parque Chacabuco) fueron las que obtuvieron peores calificaciones.
Desarrollo económico y social, seguridad, desarrollo urbano y ambiente. El trabajo analizó estas cuatro categorías a partir de datos de la Dirección General de Estadísticas y Censos del Gobierno porteño para 2016, con la idea de trazar un panorama de la situación en cada comuna y configurar un análisis comparativo.
Entra las cinco comunas que obtuvieron los mejores resultados, cuatro están ubicadas en el corredor norte porteño: 2, 12, 13 y 14. Y en el tercer lugar se posiciona el barrio de Caballito, de la comuna 6, con indicadores positivos, y en algunos casos muy positivos, como los relacionados con seguridad y la conflictividad vecinal.
La Comuna 13 se postula como la mejor para vivir. En Belgrano, Núñez y Colegiales se observó la mejor relación de matrícula escolar por cada 100.000 habitantes, el más bajo nivel de desocupación y un alto ingreso per cápita. En relación a la seguridad no se produjeron muertes violentas en 2016, y se constató una tasa baja de robos y hurtos. Tampoco hay hacinamiento. Pero el alto costo del metro cuadrado, la escasa cantidad de comisarías por habitante y el alto nivel de conflictividad vecinal (como los ruidos molestos y las contravenciones que ocasionan los cuidacoches en los alrededores del estadio de River Plate) son sus aspectos negativos.
En la banda media aparecen las comunas del centro y oeste, como la 5, 15, 9, 10 y 11, además de la comuna 3. Y en los últimos lugares quedan las del sur de la Ciudad, entre las que figuran la 7, 1 y 8. La comuna 4 aparece en el último escalón: tiene la tasa más alta de mortalidad infantil y desocupación de la Ciudad. También la matrícula escolar más baja y el ingreso per cápita de sus vecinos está muy por debajo de la media. Sin embargo, la comuna 7 obtuvo una calificación muy negativa en lo que es seguridad, por lo que en el mapa figura, junto a la 4, con las peores condiciones generales.
En cuanto a la cantidad de espacio verde, la calificación para la comuna 6 es negativa, mientras que las que aparecen como positivas son las que cuentan con grandes espacios como la 1, con la Reserva Ecológica; la 8, con el Parque Indoamericano; y la 14, con el Parque 3 de Febrero. Sin embargo, las dos primeras quedaron calificadas como muy negativas.
“La división en comunas para analizar cada una de las variables también puede conllevar algunos errores –advierte Eduardo Macchiavelli, Ministro de Ambiente y Espacio Público porteño-. Dentro de la comuna 1 conviven la alta densidad y el hacinamiento del barrio 31, aunque es una situación que ya empezó a revertirse, con el barrio de Retiro y Puerto Madero. Y si bien es cierto que la comuna 10 tiene buena relación entre espacios verdes y densidad de población, tiene un grave problema con el arbolado lineal, que es muy añoso, con riesgo de caída y que ocasiona roturas en las veredas por el levantamiento de raíces”. Según el funcionario, se está trabajando en este tema.
En cuanto a seguridad, no existe la comuna ideal. Ninguna obtuvo una calificación positiva o muy positiva, aunque “las comunas 1, 4 y 7 registran una situación de epidemia porque tienen tasas por encima de los 10 homicidios cada 100.000 habitantes”, describe el informe.
Este primer IBU tiene una característica diferencial, que los autores del trabajo insisten en destacar: es un indicador de bienestar y no de calidad de vida o desarrollo humano. Es decir, privilegia la dimensión social por sobre la individual, y jerarquiza el papel del Estado en la articulación de las políticas urbanas.